donde palpita la delicada soledad,
observa las raíces que han brotado en el panal,
dame las flores que le robaste a Perséfone.
El grito de las doncellas vacía el abismo silente,
la hiedra crece y se enreda entre la espina dorsal,
guardan silencios de invierno las espinas del rosal,
vibran infértiles las hojas, dirigiéndose a la muerte.
Cuando las estaciones gocen de la dimensión del fuego,
los pétalos de nenúfar se deshagan en el aire
y los dientes de león pueblen inhóspitos avisperos,
cuando la primavera esté plagada de pétalos y enjambres,
llévame allí donde descansa el viento,
quiero aprender de nuevo la sed, el temblor y el hambre.
De "Flores para Ofelia"
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