La existencia seguía un ritmo. Seguramente siempre había sido así, pero hasta los diez u once años no fue consciente de ello, de lo segura que se sentía al saber que los días eran más bien previsibles, que las estaciones del año iban y venían en ese tranquilo lugar de las afueras de la ciudad, el aire claro y penetrante del otoño tras el calor del verano, la primera nevada. Levantarse cada mañana y desayunar en la cocina mientras su madre se ocupaba de su hermano pequeño.
Principio de "Quince años"
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