1.6.25

Emily Brontë. La noche

La noche se oscurece a mi alrededor,
los vientos salvajes soplan fríos, 
pero un hechizo tirano me ha atado
y no puedo irme, no puedo irme.
   
Los árboles gigantes se están doblando,
sus ramas peladas cargadas de nieve
y la tormenta desciende rápidamente 
y yo todavía no puedo irme.
   
Nubes más allá, nubes encima.
Yermos más allá, yermos debajo.
Pero nada triste puede moverme. 
No me iré, no puedo irme.
   
Vendré cuando estés más triste,
descansando a solas en la oscura habitación, 
cuando el júbilo del loco día haya desaparecido
y la sonrisa de alegría sea desterrada
de la penumbra fría de la tarde.
   
Vendré cuando el sentimiento [real] del corazón 
tenga un dominio absoluto
y, ejerciendo mi influencia sobre ti,
acentuando el dolor, coagulando la alegría, 
transportaré tu alma lejos.
   
Escucha, es ya la hora,
el horrible momento para ti.
No sientes sobre tu alma
arrollar una crecida de extrañas sensaciones
precursoras de un poder más severo,
heraldos de mí?
   
Yo habría tocado la clave celestial
que hablaba a la vez del éxtasis y de ti.
Yo habría despertado la fascinante canción, 
pero sus palabras murieron en mi lengua.
Y entonces supe que la estrofa sagrada
no podría hablar otra vez de alegría. 
Y entonces sentí. 



En la antología "Amores eternos"
    

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