y batallé por ello,
las cuencas de mis ojos se amorataron
en pos de ello,
y los zarcillos ya secos repetidas veces de abandonos pasados
enyesaron una cabaña,
luego una casa más grande,
luego pequeñas ciudades demolidas
en cada buhardilla de la que
tarde me fui
en los nódulos de tantos atardeceres
me retorcí en las tinieblas de mi almohada
sacadas a la luz por el vidrio ahumado de la lámpara
y añoré el amor
como se añora una enfermedad
y pensé que el amor era sólo un picor
una erupción sin más, que sólo afecta a quienes
tienen día y lugar de nacimiento
entre los registros clínicos
cavé en lo profundo con la azada
destapé los fosos de cal para
las nuevas estancias,
clavé estacas en cada lugar
donde pudiera existir alguien para mí,
donde pudiera hallarse alguien para mí
como un cuerpo sin adornos
me agazapé bajo la costra de niña formal,
bajo estratos de lunares de mi vestidito,
esperando ver llegar al forastero
no al hombre, no a la mujer,
sino a alguien con palabras chorreando amor,
con silencios empapados de amor
por eso, madre, quédate un poco más conmigo!
por eso, hermanos, más a menudo contempladme!
por eso, padre, perdóname, contigo es distinto!
por eso, amigas, no os riais de mí
y vosotros, mis escasos hombres, olvidad la firmeza de mis senos,
el final argamasado de cada tarde
de aquel entonces, doblada con sumo cuidado!
y tú, mi amado, múdate para siempre
entre las vigas de madera de mi corazón!
En "Sombras, incendios y desvanes.
Diecisiete poetas rumanas (1961-1980)"
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