Recuerdo, en el principio, un lugar de felicidad perfecta lleno del sol luminoso de Pascua, pura luz viva y calidez. Mi lugar era mi estado y, así, en él me sabía yo misma en ese espacio que me pertenecía. Ese era el principio de un sueño recurrente de mi temprana niñez; el sueño, sospecho ahora, de mi nacimiento a este mundo.
Principio de "Adiós, prados felices"
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