"Para estar un ratito conmigo misma, sin más, busqué en uno de mis bolsillos, y topé con un terrón de azucar. Lo saqué y lo partí en dos. Y de pronto, en la palma de mi mano y a oscuras, se produjo un milagro. Claramente, en un chispazo, aquel trozo de azúcar se convirtió en una levísima, extraordinaria, llamita azul. Me vino a la memoria la vez que Isabel me llamó a la despensa para enseñarme, en su penumbra, unas rodajas de merluza rodeadas de resplandor azul. "pa que veas qué bonita y fresca es", decía, sin que yo alcanzase a comprender totalmente lo fastuoso del asunto. Pero ahora no había ni merluza ni Isabel ni despensa. Ahora solo estaba yo, con mi joya azul en la palma de la mano.
Algo me sacudió entonces. Y digo sacudió porque eso es lo que sentí: como si alguien me zarandeara, como había visto a tata María e Isabel sacudir alfombras en el terrado.
Porque algo acababa de descubrir, algo que intuía y no conocía su nombre. En mi ayuda acudieon los cuentos de Andersen, de Grimm, de Perrault... y quizá de otros, secretamente elaborados por mí en las tardes de Saint Maur, cuando Madame Colette nos leía las historias de La leyenda dorada. Y me dije: "Yo soy maga".
Cita de "Paraiso inhabitado"
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