fríos y secos están sus bordes,
helada por el viento de la ventana abierta.
Vacía y vana, blanca reluce a la luz de la luna.
La estancia está llena del extraño aroma
de los racimos de glicinas,
que se mecen al resplandor de la luna
y golpean contra la pared.
Pero la copa de mi corazón está inmóvil,
y fría y vacía.
Cuando vienes, rebosa
roja y trémula de sangre,
sagre de corazón para que tú la bebas,
para llenar tu boca de amor
y del sabor agridulce de mi alma.
De "El jardín de Sevenels"
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