3.5.11

Juana de Ibarbourou. La caricia

La tarde taciturna se borraba
en medio de una calma dulce y quieta,
y entre la sombra azul de la glorieta
el palor de la luna se filtraba.

Tu mano, toda nervios, deshojaba
las flores de un rosal con una inquieta
impaciencia, a a veces la secreta
impulsión de un deseo apresuraba.

Y al cortar una rosa blanca y suave,
que era como una palpitante ave
que el azar en tu mano hubiera preso,

con paso cauteloso te acercaste,
por os ojos la rosa me pasaste
y yo sentí la sensación de un beso.

De "Las lenguas de diamante"

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