Déjame. Pero sé bien que estaré siempre en tu sombra. Nunca ya sola en el umbral de la puerta de mi vida única, seré dueña de los usos de mi alma; ni levantaré una mano serenamente en la luz del sol, como antes, sin que sienta que renuncie, tu mano en mi mano. Que el destino parta entre nosotros su tierra infinita, pero deja tu corazón en el mío, latiendo juntos. Lo que yo hago y cuanto sueño te llevarán dentro, como el vino sabe a las uvas de donde saliera. Y cuando yo pida a dios por mí, él oiga que tú lo llamas y verá las lágrimas de los dos en mis ojos.
Traducción de Juan Ramón Jimenez
incluida en el libro "Música de otros"
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