de mirar a través y detrás de mi máscara,
(que los años blanquearon con sus golpes de lluvia)
y de ver el auténtico rostro de mi espíritu,
testigo desolado del curso de mi vida...
porque tienes la fe y el amor necesarios
para a través del mismo letargo de mi alma
ver el paciente ángel que un lugar aguarda
en los mundos celestes... porque ni la maldad,
ni la angustia, ni el castigo de dios,
ni el aliento cercano de la muerte, ni todo
lo que aparta a los otros o me hastía de mí...
nada de eso te aleja... enséñame, querido,
a sembrar gratitudes, cual tú hacerlo sabes.
De los "Sonetos de la portuguesa"
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