Me siento bajo tu mirada como los niños
bajo el sol del mediodía, con sus almas
temblando a través de sus felices párpados
pródigos de un gozo oculto e incierto todavía.
Me equivoqué en aquella última duda,
y no puedo lamentar más el pecado que el hecho
de que fuéramos por un instante privados
de esta mutua presencia. Ah, quédate muy cerca,
ampárame en tus alas! Y cuando surjan mis miedos
haz que se interponga tu ancho corazón.
Guarda con tus divinos dones estas ideas
que tiemblan cuando tú no estás
como pequeños pájaros perdidos en el cielo
De "Los sonetos de la portuguesa"
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