en vez del sueño, a sentarse junto a mi cama.
Como una niña cansada espero oír sus pasos,
y la miro mientras sopla la vela suavemente.
Se sienta sin moverse, ni a izquierda ni a derecha
gira, y rendida, rendida deja caer la cabeza.
También ella es vieja; también ella ha peleado la pelea.
Así, con laureles está adornada.
A través de la triste sombra la marea que baja lenta
surca una costa estéril, insatisfecha.
Sopla un viento extraño... después silencio. Estoy lista
para aceptar la soledad, tomarle la mano,
aferrarme a ella, esperando, hasta que la tierra estéril
se llene con el terrible monótono de la lluvia.
De "Té de camomila y otros poemas"
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