Se puso a mirar la luna, que estaba allí enfrente encima de un tejado, y era tan blanca y tan silenciosa y estaba tan lejos, que le daba un gran consuelo. Abría bien los ojos y se recogía imaginando las dos lunas pequeñitas que se le estarían formando en el fondo de ellos.
De "La trastienda de los ojos"
uno de los relatos de "El balneario"
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