La luz ha cambiado;
ahora Do mayor suena más oscuro
y las canciones matutinas un tanto encorsetadas.
Esta es la luz del otoño, no la de la primavera.
La luz del otoño: no te has de salvar.
Las canciones han cambiado: lo impronunciable
ha entrado en ellas.
Esta es la luz del otoño, no la que dice
he renacido.
No el alba de primavera: me debatí, pené, me liberaron.
He aquí el presente, una alegoría del desperdicio.
Han cambiado tantas cosas. Pero eres afortunada:
arde en ti el ideal como una fiebre
o, más bien, como otro corazón.
Han cambiado las canciones, pero aún son bastante hermosas, la verdad.
Se han concentrado en un espacio más pequeño: el de la mente.
Se han vuelto oscuras de angustia y desolación.
Con todo, las notas se repiten. Flotan de un modo extraño.
Anticipan el silencio.
El oído se acostumbra a ellas.
El ojo se acostumbra a las desapariciones.
No te has de salvar, ni se ha de salvar lo que amas.
Llegó un viento y se fue, destrozando la mente.
Ha dejado una extraña lucidez en su estela.
Qué privilegiada eres por aferrarte aún
con pasión a lo que amas:
perder la esperanza no te ha destruido.
Maestoso, doloroso.
Esta es la luz del otoño; viene hacia aquí.
Es sin duda un honor acercarse al final
creyendo aún en algo.
De "Averno"
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