"Papá...", empezaba yo, y él, mirándome con sus ojos tristes, respondía: "Dime, tesoro?". Entonces, todas las palabras que había preparado se disipaban como la niebla ante el sol y no conseguía abrir la boca. "Nada -seguía yo-, ya no me acuerdo de lo que quería decirte."
De "Una postal de 1939"
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