no me tiendas las manos
déjame ir sola
por los caminos sinuosos
y mirar
los momentos cambiantes
sola, precisamente sola.
Déjame sopesar
la eficacia de mi alma
y el poder de la voluntad
para discernir entre ignorancia
y verdad,
para observar los diversos
matices de luz y sombra.
Déjame que me conozca a mí misma
no te quedes a mi lado
debo seguir sola.
En "La voz de las mujeres acalladas"
de Clara Janés
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