Y a pesar de todas aquellas oportunidades desperdiciadas, ella seguía esperando. "La verdad -se dijo mientras subía al tren de Londres en la estación de Reading, a última hora de una fría tarde- es que este viaje no parece para nada prometedor; he ahí una prueba más de mi locura. Hace frío, el tren lleva media hora de retraso y para colmo estoy muerta de hambre... Me encuentro en una de esas situaciones sobre las que oigo a mis amigos quejarse de manera harto insistente y tediosa. Y, sin embargo, yo estoy deseando sumirme en ella. Me sentaré envuelta en la oscuridad y el frío, contemplando únicamente el reflejo de mi cara en el cristal helado, y ya no me importará nada. En cuanto el tren empiece a moverse, me recostaré y lo sentiré moverse conmigo, y notaré que me muevo, aunque sé de sobra que lo único que estoy haciendo es volver a un piso vacío. La lluvia y el vapor empañarán el cristal de esta ventana junto a mi cara, y yo miraré a través de ella, y ya está.
De "Un viaje a Citera"
en el libro "Un día en la vida de una mujer sonriente"
en el libro "Un día en la vida de una mujer sonriente"
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