24.7.18

Zelda Fitzgerald. Inmediatamente después de la guerra los atardeceres eran maravillosos

Inmediatamente después de la guerra los atardeceres eran maravillosos. Colgaban sobre Nueva York como una aguada azul, formados por el polvo del asfalto y las sombras de hollín bajo las cornisas y las débiles bocanadas de aire que despedían las ventanas que se cerraban, para quedar colgados sobre la calle con todo el misterio de la niebla blanca que se eleva de los pantanos.


De "La chica del millonario"
uno de los relatos de "Pizcas de paraíso"
    

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