Sueño de unas pupilas eternamente insomnes;
que por almohada piden la tiniebla infinita,
y por manta el espeso silencio de la noche.
En el mármol velado de mi estatua yacente,
bajo los siete velos de la inmovilidad,
ceñir con bandeletas de olvido a mi conciencia
como a una vieja momia de polvorienta faz.
Y para que el silencio me envuelva más profundo
y no turbe ni el día obscuro sopor,
cegar los ventanales de mis anchas pupilas,
detener los latidos del torpe corazón...
De la antología "Volver"
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