en mis pupilas hondas;
no sacudas el ángel
de las visiones rojas.
No oprimas con tu mano
mi mano temblorosa;
no despiertes la bruja
de los gestos de loca.
No obligue tu palabra
a que la mía responda;
deja mi voz ahogada,
mi lengua silenciosa.
No indiques a mis pies
la ruta tentadora;
no evoques el fantasma
de la marcha azarosa.
No nombres a mi mente
la rima que obsesiona;
no llames al espíritu
de la ilusión traidora.
En la "Antología de poetas españolas.
De la generación del 27 al siglo XV"
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