de su amado pastor, Silvia dormía,
y con la diestra mano la tenía
con un estrecho abrazo a sí allegada.
Y de aquel dulce sueño recordaba,
le dijo: "El corazón del alma mía
vela, y yo duermo. Ay! Suma alegría,
cuál me tiene tu amor tan traspasada.
Ninfas del paraíso soberanas,
sabed que estoy enferma y muy herida
de unos abrasadísimos amores.
Cercadme de odoríferas manzanas,
pues me veis, como fénix, encendida,
y cercadme también de amenas flores".
En la "Antología de poetas españolas.
De la generación del 27 al siglo XV"
No hay comentarios:
Publicar un comentario