9.10.18

Carolyn Kizer. Cautiverio

El cuarto tiene pocos muebles:
una silla, una mesa, y un padre.

Se sienta en la silla junto a la ventana
libros sobre la mesa.
El momento es siempre justo después del almuerzo.

Pasás en puntas de pie mientras come su manzana
y lee. Levanta la mirada, enojado.
Ha escuchado tu respirar asmático.

Leerá durante años sin alzar la vista
hasta que tu niñez haya terminado:

olores, desorden y preguntas aburridas;
sangre, desde las primeras rodillas raspadas

hasta los primeros muslos manchados.
Estúpidas lágrimas de amor adolescente.

Un día levanta la mirada, complacido
por el producto final.
¡ahora está listo para amarte!

Entonces te induce con voz reservada
a leer a Keats. Vos lo aceptás todo.

Disciplinada en el silencio y el deber,
no le darás causa de reproche.
Se jactará de vos ante extraños.

Cuando la tarde envejece
caen sombras en un cuarto más pequeño
sobre la cama, los libros, el padre.

Le leés en vos alta
"La Belle Dame sans Merci."
Le das su medicina.
Le decís que lo amás.

Esperás a que sus ojos se cierren definitivamente,
entonces podés escribir este poema.


En "De la nieve, los pájaros"
    

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