Por qué, si hay ángeles, no hay ninguno que tenga la obligación de impedir aquí en la tierra cosas que sólo deberían suceder en el más profundo de los infiernos? Escribo esto con palabras corrientes, lo escribo como cualquier otra cosa, y en realidad debería romper las paredes piedra a piedra y lanzarlas una a una contra el cielo para que alguno de ellos se diera cuenta de que aquí abajo tiene obligaciones. Quizá me condene a mí misma con estas palabras, pero a mí me corresponde escribirlas. Otros tienen que construir un puente, traer niños al mundo o transformar en sonidos lo que tienen en su interior, en algún sitio pinta alguien un cuadro y se odia cada vez más a sí mismo con cada pincelada, ya, todos seguimos la dirección en la que se nos ha lanzado. Piedras! Piedras! Piedras!...
De "Notas desde un manicomio"
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