Por fin comprendemos que el transcurso de una vida no contiene sino un número limitado de «episodios», que depende de mil y una casualidades el lugar donde finalmente nos esté dado construir nuestra casa; en cambio, la paz de nuestra pobre alma es un preciado bien de la libertad que no se alcanza corriendo y cuyo precio no se debe regatear ni negociar con dictadores que, de la noche a la mañana, pueden incendiar nuestras casas, pisotear nuestros campos y sembrar el cólera.
De "Todos los caminos están abiertos"
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