Los poemas de Kramer ponen de manifiesto que lo abominable no empieza con el exterminio de los judíos en los campos de concentración, sino mucho antes, con esa privación de las cosas más normales de la vida, en las casas, los cafés, las tiendas, los tranvías o los parques, perpetrada por la inmensa mayoría que se dejó llevar por el nazismo. Y que, durante toda aquella época, no solo hacían política los nazis declarados, sino todos aquellos que se plegaron a sus mandatos haciendo como si no supieran lo que estaba pasando. Que hicieron política más personas que nunca y que en ninguna otra parte, pues para el perseguido se convirtieron irremediablemente en política viva el panadero, el lechero, el cartero, el vecino o el que pasaba por la calle, en la medida en que todos le hicieron pasar miedo. Todos los que no se apartaron de aquella política fueron parte de ella.
De "Duerme todo salvo el miedo.
Sobre los poemas de Theodor Kramer"
en el libro "Siempre la misma nieve y siempre el mismo tío"
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