Si alguien se propusiera no volver a usar la palabra muerte, ni tampoco otra que tuviera relación con la muerte, con la muerte humana o con el morir de la naturaleza; escribiría todo un libro, un libro sin muerte, sin miedo a morir, sin echar de menos a los muertos que tampoco deberían aparecer, así como tampoco el cementerio, casas moribundas, armas mortíferas, accidentes de automóvil, homicidios. No le sería fácil a ese amanuense; cada momento debería llamarse a sí mismo al orden, y su algo se le ha colado, tacharlo, la propia puesta del sol ya sería peligrosa, ya una despedida, y la hoja marrón que desciende ondeando, asustado borra la hoja marrón. Sólo días crecientes, sólo niños y gente joven, sólo pasos rápidos, esperanza y futuro; un bonito libro, un libro paradisíaco.
De "Aún no está decidido"
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