Querida M., me escribes para contarme (innecesariamente, pues recuerdo la fecha de tu nacimiento) que cumplirás tus cuarenta años dentro de unos meses: no tengas miedo de las heridas que han dejado cicatrices en tu cuerpo. No tengas miedo de las cicatrices de aquellas heridas. Si no curaron, son, al menos, una medalla del tiempo, una condecoración que te ofrecen las demás supervivientes: ellas, nosotras, te la ofrecen, te la ofrecemos por seguir aquí, por seguir en el mundo a pesar de todo lo que hemos vivido.
De "Cuando asedien tu faz cuarenta inviernos"
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