a L. B.
Sien contra sien
se transfunden
nuestras fiebres.
Afuera, largos temblores de estrellas
y la hiedra, con sus palmas tendidas
reteniendo un centelleo manso.
En mi casa que entra en calor
tú me hablas de las grandes cosas
que nadie más sabe.
Lejos,
una gran voz de agua
estalla en palabras incomprendidas
y quizá te bendice a ti,
dulce hermana,
en nombre de mi amor y de tu tristeza,
a ti,
ala blanca
de mi existencia.
Pasturo, 7 de septiembre de 1929
En "Inicio de la muerte"
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