Quizá algún día brille otra vez el sol,
y yo vea que el cielo todavía es azul,
y vuelva a sentir que no vivo en vano;
aunque viva despojada de ti.
Quizá, a mis pies, las praderas doradas
alegren las horas soleadas de la primavera
y saboree la dulzura de las flores de mayo;
aunque te hayas marchado.
Quizá los bosques resplandezcan en verano,
y recuperen su belleza las rosas rojas,
y las cosechas su abundancia otoñal;
aunque no estés aquí.
Pero aunque el Tiempo generoso renueve la alegría,
hay una, la mayor, que ya no conoceré
porque al perderte mi corazón
hace tiempo que se rompió.
V. B., "Quizá...", Para R. A. L., 1916,
de Versos de una enfermera voluntaria
Cada vez que pienso en las semanas posteriores a la muerte de Roland, se despliega en mi mente, igual que un caleidoscopio, una serie de imágenes inconexas pero transparentes como el cristal.
Veo una taza de café solitaria ante mí, sobre una mesa de desayuno de hotel; intento bebérmela, pero fracaso miserablemente.
De "Testamento de juventud"
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