Inconsolable,
visible
como el cuidado
y los quehaceres,
la prolongada
memoria
de las mujeres,
las caricias
y los besos
en otra
clase de idioma
que es el propio
de los signos.
Así
cada noche mientras dormimos
como el pan
que más se acerca
a la verdad,
así
cada día mientras brillamos
como ásperas
sábanas sin usar,
el mundo se repite
en el mundo
de la repetición,
la valiente
bondad
de las cosas.
El pan que se come
y comido
se convierte en esmero.
El sueño que se duerme
y dormido se vuelve suave
igual que se rompe una cadena.
Algo así
como un cambio
en el clima,
una retórica
feliz y dura,
y cada
revolución
en el silencio.
De "Carta en abril"
En el libro "El valle de las mariposas"
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