8.2.20

Gabriela Mistral. Nosotras

De montañas descendimos
o salimos de unas islas,
con olor de pastos bravos 
o profundas y salinas,
y pasamos las ciudades
hijas de una marejada
o del viento o las encinas.
En el Cristo bautizadas
o en Mahoma de la Libia
pero en vano maceradas
por copal y por la mirra.
   
La que en pastos de pastores
se llamaba Rosalía 
y la nuestra del gran río
que mentábamos Delmira
y las otras que vendrán
por las aguas de la vida.
   
El olor de los lagares
en las sienes nos destila
o la carne en los pinares
desvaría en las resinas,
y nacimos y morimos
pánicas e irredimidas.
   
Nacemos en tierra varia,
en el sol o la neblina,
tú en ternuras de Galicia
y en el trópico Altamira 
y como cien lanzaderas
que en el mismo telar pican,
a veces no nos hallamos
aunque seamos las mismas.
   
Somos viejas, somos mozas
y hablamos hablas latinas
o tártaras o espartanas 
con frenesí o con agonía 
y los dioses nos hicieron
dispersas y reunidas.
   
La canción de silbo agudo
calofría la campiña
o parece ritmo seco
de hierros en roca viva,
pero es siempre la mixtura
de Medea o de Canidia
y Eva tiene muerto a Abel
y a Caín en las pupilas.
   
En los cielos sanguinarios
de praderas o avenidas
una veces todas vamos
a país de maravilla
o venimos como Níobes
y con la vieja cara mísera. 
   
Las más fuertes son amargas
y las más dulces transidas,
las más duras son Déboras
y las más tiernas Rosalías 
y así erguidas o cegadas 
todas una sangre misma
se nos rasga el secreto 
de las sin razón venidas.


De la antología "Las renegadas"
    

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