Ya no escribo más a Dios. Te escribo a ti.
Y qué le ha pasado a Dios?, me pregunta Shug.
A quién?
Ella me mira muy seria.
Un diablo como tú no va a preocuparse porque no haya Dios, le digo.
Un momento, un momento. Sólo porque esté siempre incordiándolo como mucha gente que nosotras conocernos, no significa que no tenga religión.
Qué ha hecho Dios por mí?, pregunto.
Celie! dice, como horrorizada. Él te ha dado la vida, salud y el amor de una buena mujer.
Sí, y también un papá linchado, una mamá loca, un padrastro que es un perro indecente y una hermana a la que probablemente no volveré a ver. De todos modos, ese Dios al que yo rezaba y al que escribía cartas es un hombre. Y, como todos los hombres, es desconsiderado, olvidadizo e indiferente.
Y qué le ha pasado a Dios?, me pregunta Shug.
A quién?
Ella me mira muy seria.
Un diablo como tú no va a preocuparse porque no haya Dios, le digo.
Un momento, un momento. Sólo porque esté siempre incordiándolo como mucha gente que nosotras conocernos, no significa que no tenga religión.
Qué ha hecho Dios por mí?, pregunto.
Celie! dice, como horrorizada. Él te ha dado la vida, salud y el amor de una buena mujer.
Sí, y también un papá linchado, una mamá loca, un padrastro que es un perro indecente y una hermana a la que probablemente no volveré a ver. De todos modos, ese Dios al que yo rezaba y al que escribía cartas es un hombre. Y, como todos los hombres, es desconsiderado, olvidadizo e indiferente.
Será mejor que te calles, Miss Celie, Dios podría oírte.
Bueno, que me oiga. Si alguna vez escuchara a las pobres mujeres de color, este mundo sería distinto, puedes estar segura.
Ella habla y habla, tratando de contenerme para que no siga blasfemando. Pero yo blasfemo cuanto se me antoja.
En toda mi vida, nunca me ha preocupado lo que la gente pensara de mí, le digo. Pero, en el fondo de mi corazón, me preocupaba mucho lo que pensara Dios. Y ahora veo que no piensa. Sólo está allí sentado, tan contento de ser sordo. Pero no creas que es fácil tratar de pasar sin Dios. Aunque una sepa que no existe, es duro darle la espalda.
Bueno, que me oiga. Si alguna vez escuchara a las pobres mujeres de color, este mundo sería distinto, puedes estar segura.
Ella habla y habla, tratando de contenerme para que no siga blasfemando. Pero yo blasfemo cuanto se me antoja.
En toda mi vida, nunca me ha preocupado lo que la gente pensara de mí, le digo. Pero, en el fondo de mi corazón, me preocupaba mucho lo que pensara Dios. Y ahora veo que no piensa. Sólo está allí sentado, tan contento de ser sordo. Pero no creas que es fácil tratar de pasar sin Dios. Aunque una sepa que no existe, es duro darle la espalda.
De "El color púrpura"
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