2.2.20

Maryse Condé. La vida sin maquillaje

Por qué toda tentativa de contarse a una misma ha de desembocar en un amasijo de medias verdades? Por qué las autobiografías o las memorias terminan, demasiado a menudo, reducidas a fantasías que difuminan el contorno de la pura verdad hasta hacerla desaparecer? Por qué alberga el ser humano ese inmenso afán por pintarse una existencia tan diferente de la vivida? Por ejemplo, en las reseñas para periodistas y libreros que redactan mis encargados de prensa siguiendo mis propias indicaciones, leo: "En 1958, Maryse Condé contrae matrimonio con Mamadou Condé, un actor guineano al que vio actuar en el Teatro del Odeón, en la obra Los negros de Jean Genet, con puesta en escena de Roger Blin; y se marcha con él a Guinea, el único país de África que votó "no" en el referéndum sobre la departamentalización propuesta por el general De Gaulle".
Esas frases crean una imagen de lo más seductora: la de un amor iluminado por la militancia. No obstante, encierran numerosos engaños. Nunca vi a Condé actuar en Los negros. En la temporada que pasamos juntos en París, solo trabajó en oscuros escenarios donde, como él solía decir burlonamente, se dedicaba a "hacer negrerías". No encarnó el personaje de Archibald en el Teatro del Odeón hasta 1959, cuando nuestro matrimonio ya distaba mucho de ser un éxito y vivíamos la primera de nuestras rupturas. En aquella época, yo impartía clases en Bingerville, en Costa de Marfil, donde habría de nacer Sylvie-Anne, nuestra primera hija.


Principio de "La vida sin maquillaje"
   

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