Yo, Lydia: soy la flor migratoria de unas cuantas
romerías en el camino.
Yo, Lydia: soy el claro de luna que prendió
inquietudes
en tu sangre de gitanos amores...
Yo, Lydia: soy la casta visión de Sandor.
Por él soy infinita, con tibieza de tarde y
desgarramiento de nieve.
Sabes? hay enervaduras de carne en mis poemas
de hembra: hembra mala...
hembra buena. Me tienta la nostalgia de sus ojos
enfermos
y es un pecado la encarnación más perfecta de
mi deseo...
Yo, Lydia: asesino a los minutos en locas
sensaciones...
Y, como Santa Teresa, Kempis o Smiles, me apago
en una insatisfacción
el sagrario: desvanecimientos eternos, vagidos en
floración,
vértigos en mi sangre...
Yo, Lydia: soy la mujer más bella. Si tú me vieras...!
En el vaso consagrado de mi cuerpo se derramó
una greguería de tentaciones.
(De Labios en llamas, 1935)
En la antología "Poesía soy yo.
Poetas en español del siglo XX (1886-1960)"
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