14.4.20

Inger Hagerup. La peste

I

Icemos una bandera negra sobre los países
y dibujemos una cruz en nuestra puerta,
pues una gran peste asola la tierra.
Ha recorrido la árida tierra de África sobre pies amarilleados por la fiebre.
Ha desfilado por las calles de Berlín
al compás de tambores y música de viento.
En los conventos de España ha contado como los ancianos
el deslizante rosario de las ametralladoras,
y en las afueras de Madrid escondió su terrible rostro
en una máscara de gas del último modelo.
Ha echado sobre sus apestosas heridas la capa del dictador
y ha cubierto su vientre hinchado en una casulla roja de obispo.
Un día la nombraron catedrático en Jena.
Y ella habló con una boca picuda y astuta detrás de sus libros.
En Shangai ahorcó a trescientos culíes que habían pedido pan
y cuando tuvo la oportunidad de arrancarle las uñas a un viejo judío
se partió de risa.
Ha mirado a los seres humanos con ojos sanguinolentos
golpeándoles con la ceguera,
para que ya no cultiven cereales en la tierra,
sino granadas en las fábricas,
para que ya no construyan ciudades alzadas hacia el cielo,
sino que las quemen,
para que ya no saluden a su hermano,
sino que lo maten.
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Icemos una bandera negra sobre los países
y dibujemos una cruz en nuestra puerta
a causa de la gran peste.


[Jeg gikk meg vill i skogene, 1939]


En la antología de "Poesía nórdica"
     

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