22.9.20

Gabriela Mistral. La otra

Una en mí maté:
yo no la amaba.
   
Era la flor llameando 
del cactus de montaña;
era aridez y fuego;
nunca se refrescaba. 
   
Piedra y cielo tenía 
a pies y a espaldas
y no bajaba nunca
a buscar "ojos de agua".
   
Donde hacía su siesta,
las hierbas se menoscaban
de aliento de su boca
y brasa de su cara.
   
En rápidas resinas
se endurecía su habla,
por no caer en linda
presa soltada.
   
Doblarse no sabía 
la planta de montaña,
y al costado de ella,
yo me doblaba.
   
La dejé que muriese,
robándole mi entraña.
Se acabó como el águila
que no es alimentada.
   
Sosegó el aletazo,
se dobló, lacia, 
y me cayó a la mano
se pasea acabada.
   
Por ella todavía
me gimen sus hermanas,
y las gredas de fuego
al pasar me desgarran.
   
Cruzando yo les digo:
-Buscad por las quebradas
y haced con las arcillas
otra águila abrasada. 
   
Si no podéis, entonces
ay! olvidadla.
Yo la maté. Vosotras
también matadla!


En la antología "Las renegadas"
    

No hay comentarios: