Una sonrisa de dolor se dibujó en sus labios; aquellas canciones encerraban una maravillosa sabiduría.
"No creas en la felicidad, no creas en los signos de la felicidad, no creas en las rosas ni en las flores perfumadas, ni creas en la risa -decían las canciones-, y, si no, mira: la hermosa doncella de Valborg, la que pasea en coche dorado, está triste a pesar de sus rosadas mejillas, como si las herraduras de los caballos y las ruedas de su carruaje hubiesen atropellado la felicidad de su vida.
"No creas en la danza -agregan-. Más de un pie resbaló fácilmente en los pulidos entarimados y más de una cabeza se tornó losa de plomo; la joven Kerstin solía bailar alegre y animada hasta que consumió su vida entre bailes.
"No creas en las bromas -cantan-. Más de uno de los que bromearon en la mesa está a punto de morir de pena. La hermosa Adeline de la leyenda se sentó a la mesa, se dejó servir el corazón del conde Fröjdenborg partido en nueve trozos, y después necesitó de una visión semejante para que no le faltase el ánimo a la hora de su muerte."
Oh, viejas canciones! En qué debemos creer? En lágrimas y en dolores? Pocas veces solloza de pena un corazón dichoso; pero muy a menudo sonríen labios tristes. Las canciones antiguas creen en lágrimas y sollozos, en dolores y en los signos de las penas. La pena es lo cierto, lo presente, la piedra angular en la movediza arena... Sí, puede creerse en las penas y en los signos de las penas...
La alegría es pena que se disimula; sobre la tierra solo hay dolores.
De "La saga de Gösta Berling"
1 comentario:
Lagerlöf escribe: "Pocas veces solloza de pena un corazón dichoso."
Pocas veces, pero solloza, también él se da al dolor, aunque sea por un segundo de nada y, después, continúa disimulando, lo hace bien.
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