El profesor, el fósil, le había destrozado a la hermana. Esa hipótesis se la había planteado ya antes de tener en sus manos una mínima prueba, y durante el viaje a Viena, mientras el tren salía traqueteando de Bruck an der Mur rumbo a Mürzzuschlag, antes aún del tunel de Semmering que en su día le pareciera el más largo del mundo, creyó comprender el mensaje y él considerarse un Champollion que proyectaba por primera vez primera luz sobre una escritura que era su ocupación preferida. Tuvo la certeza en los momentos previos a llegar al túnel, antes de verse obligado a dejar de estudiar, de un lado, los cartuchos reales (Pequeño diccionario de egiptología) y, de otro, un telegrama de los correos federales austríacos. Guardó en el bolsillo de la chaqueta el telegrama de Franza, un total de tres páginas, y se dispuso a atravesar el túnel, porque una cosa no cambiaba nunca, los ferrocarriles federales continuaban escatimado corriente eléctrica en sus trenes diurnos, de modo que la lámpara azul quedaba encendida, pero no había manera de iluminar el compartimento donde pensaba: típico de Franza, tenía que ser un telegrama, no podía escribir una carta.
Principio de "El caso Franza"
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