La señora Muir era una mujer menuda. En eso estaban todos de acuerdo. Así, mientras otras recibían meramente el tratamiento de señora Brown o Señora Smith, de ella se hablaba siempre como "la pequeña señora Muir" y, ya de un tiempo a esta parte, como "la pobre pequeña señora Muir", dado que su marido, aquel rectísimo miembro de la Iglesia, a la par que arquitecto del montón, había fallecido de forma repentina, dejándola con dos criaturas y una renta insuficiente. Tan insuficiente, de hecho, que se vio obligada a vender la casa de estilo pseudoisabelino que él le construyera como regalo de boda, con el fin de hacer frente a las deudas nada desdeñables que le llovían de todas partes y que amenazaban con dejarla con el agua al cuello y sin los hitos familiares de su vida de casada.
Principio de "El fantasma y la señora Muir"
No hay comentarios:
Publicar un comentario