Me parece que igual es a los dioses
ese hombre, el que se sienta frente a ti
y muy cerca, cuando hablas dulcemente,
te escucha y cuando ríes
adorable. Esto -no hay duda- me hace
volcar el corazón dentro del pecho.
Te miro un solo instante y de mi voz
no me acude ni un hilo.
La lengua queda rota y un sutil
fuego bajo la piel ya me ha reptado
y con mis ojos nada alcanzo a ver
y zumban mis oídos;
me desborda el sudor, toda me invade
el temblor y más pálida me vuelvo
que la hierba. Para estar muerta falta,
me parece, muy poco.
En "Grecorromanas.
Lírica superviviente de la Antigüedad clásica"
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