Ligeros, viajeros, lúcidos, consolados, separados de nosotros, no tutelares, sino atentos, me daría satisfacción que semejante estado fuera el de mis difuntos preferidos y que, dotados de otro idioma, la palabra "venganza" no existiera para ellos, ni tampoco el temor ni la añoranza.
De "Mis cuadernos"
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