3.2.22

Luisa Sigea. Sintra (Fragmento)

Guardan un sitio las hesperias playas
do, en ebúrnea carroza conducido,
cuando vence la noche al claro día,
su radiante corona el sol estivo 
desciñe, y los corceles fatigados
baña el ponto en los cristales fríos.
Un valle, do murmuran frescas aguas,
cercan peñascos hasta el cielo erguidos,
el mar dominan y tocar parecen
la etérea cumbre tres enhiestos picos.
Y si no orlaran su cabeza nubes,
dijérase que en ellos sostenido,
como en pilares de diamante inmobles, 
del cielo estriba el eternal zafiro.
Moran allí los Faunos saltadores,
y el antro de las fieras escondido
penetra el cazador, de astucia armado,
que hiere con la madre al cachorrillo. 
Sus verdes hojas desplegando el roble
de la intrincada selva en el recinto,
sombra y morada placentera ofrece
a Silvanos y Sátiros lascivos.
El haya crece allí, crece la encina
y el álamo de Alcides escogido,
y el peral, el cerezo y el castaño
con las flexibles ramas del corylo. 
Y otros dones innúmeros, que al hombre
feliz para sustento ha concebido
la bondad de los dioses inmortales,
míranse a breve espacio reducidos.
Allí la rubia Ceres por su mano
enseña a cultivar el sueño opimo,
semillas lanza, y las alegres mieses 
hace luego brotar del surco hendido.
A la siniestra del florido valle
por do al Arctos el mundo está vecino
alegres bastos a la grey balante 
ofrece Pan en campos extendidos.
(...)


En la antología "El canto de la décima Musa.
Poesías del Renacimiento y el Barroco"
    

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