27.3.22

Beatriz Hierro Lopes. Corrente

Soy del inicio del verbo, de lo intransmisible que ves de los límites de mis dedos y, si me dices que "lluevo", me río. Que si hay agua que me cubra los tobillos en esta casa de suelo rojo me pertenece el transbordo de la copa, que soy de la sed que ninguna boca puede contener. Verbo. Y si aparto adjetivos: sé de tus rodillas dobladas a la deriva de una lengua menor que sólo sabe de nombres como de versos tomados a gente de pies marítimos. Paso tronada, carrera de cristal y, su me atravieso, me atravieso a riesgo de no saber de rojo, o de aviso que me impida este ser engranaje en perpetuo círculo.
En continuo movimiento. 
Soy danza. El punto fijo en que me alargo después del agua, encima de las aguas, y si me dices: "avenida" contrapongo "corriente". Te cuento de los robledales y muros de piedra en que sólo crecen yedras. Te cuento del cuerpo servido a la mesa y mis manos dobladas, alas negras. Te digo: "vuelo". Aunque sólo sepas los decires de la tierra. Aparte de la vida contada por otros.
Soy del grito. Del túnel prohibido en que esgrimió velocidades sólo por el placer de decir: "esto soy yo". La medida exacta del tiempo antes y después de la tempestad. Casa de suelo rojo. Cardiaco viento, cuerpo vela, llama encendida y, si ardo como ardo, escribo fuego. Y mi amor, si me dices que "lluevo", me río: que no es de los hombres, decir de la tierra, tocarme el suelo que piso.


En "Sombras de porcelana brava.
Diecisiete poetas portuguesas"
    

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