28.3.22

Tatiana Faia. La segunda mujer del escritor

está sepultada no muy lejos
de donde él yace
él al centro con un epitafio austero
donde leemos que siempre fue libre
    -signifique eso lo que sea-
una cruz de madera y cuerda
marcan el lugar y en el centro
un alto túmulo de piedra negra
   
el escritor volvió para que lo sepultasen 
en el lugar donde nació 
pero del que partió de joven
para no volver nunca más
la nostalgia de la isla habitó 
los libros y los cuadernos
apasionadas tentativas 
fijaron en tierra negra
la identidad y sus destrucciones
   
la segunda mujer del escritor
yace discretamente no a su lado
mas en una esquina del jardín
el epitafio incluye sólo el nombre
y el tiempo de una vida
que fue rigurosamente centenaria
   
la segunda mujer del escritor lo sobrevivió 
la primera sin embargo
continuó usando el nombre de casada
mucho después del divorcio
que se produjo no mucho después de que el escritor
hubiese conocido a la segunda mujer
   
esta nota indiscreta ya viene
incluida ahora en casi todas las cronologías
que balizan la vida del escritor
   
la transferencia de un nombre
primero como marca de posesión
después como el residuo de polvo dorado
que se acumula sobre un objeto accesorio
contagiado por la proximidad
de metales más preciosos
o como uno de los muchos fragmentos
de vasos venecianos o bizantinos
fragmentados en cientos de cascos
que una mano insiste en reconstruir
poblando de remiendos la sala
de un museo de esta isla
dedicado al escritor
   
con todo lo que es accidental
algo se incrusta por un golpe ciego
de martillo, violencia y tiempo
en la armonía indispensable
de una pieza que al principio
era aparentemente superficial
 
    Heraklio, 20 de junio de 2017


En "Sombras de porcelana brava.
Diecisiete poetas portuguesas"
   

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