14.4.22

Delphine Horvilleur. Vivir con nuestros muertos

Justo antes de que empiece una ceremonia en el cementerio, suena mi teléfono.
Descuelgo: "Ahora mismo no puedo hablar. Te llamo cuando termine el entierro...".
La escena se ha repetido tantas veces que mis amigos han acabado tomándosela a guasa. No es raro que me llamen y me pregunten en broma quién ha muerto hoy, y cómo va la vida en el cementerio. Mi asidua presencia en este lugar que mucha gente no pisa nunca, o casi nunca, hace que cada cierto tiempo me vea sometida a un interrogatorio: "No te da cosa estar tan cerca de la muerte? No se te hace muy cuesta arriba tratar tan a menudo con dolientes?".
Desde hace años soslayo el asunto alternando respuestas de forma aleatoria: "No, no, no pasa nada, se acostumbra una"; "Sí, sí, es terrible, no importa las veces que lo hagas"; "En realidad depende del día y de la situación"; "Buena pregunta, es algo en lo que pienso a menudo"...
Lo cierto es que no tengo la menos idea. Ignoro el efecto que desempeña la muerte sobre los vivos que se aproximan a ella o ejercen de acompañantes. Sería incapaz de determinar qué influencia tiene sobre mí, porque no sé qué mujer habría sido yo si hubiera procurado alejarme de ella.


Principio de "Vivir con nuestros muertos"
    

No hay comentarios: