5.4.22

Sharon Olds. Sagrado

2.

A nadie salvo a él le resultaría posible
afrontar ese momento. No sé 
mucho sobre amor, sobre decencia. Si hubiera
estado cerca -qué hacemos cuando
no hay nada que hacer-
podía haberme quedado,
al otro lado de la puerta,
como el niño John Keats, Junkets, a los 6 años,
al otro lado de la puerta de su madre
agonizante, con su espada de madera
desenvainada. Quizás otras personas
sepan lo que es conveniente imaginar:
personas decentes. Y sin embargo la soledad de 
quien sufre es tan terrible
que desearíamos poder hacerles compañía,
incluso a pesar de saber que es imposible.
Despertar, junto a la propia vida, al propio
co-creador, y mirarlos y ver su perfección,
por fin en casa. El fin del mundo.
No entiendo la personalidad,
o la dignidad, o la individualidad,
o el alma, o la decencia. Quiero
acompañar el sufrimiento de mi amigo,
beberme una parte en su lugar aunque
no pueda hacerlo, zambullirme en la sal
y atravesar la sal nadando hacia ellos y hacer la
maniobra de salvamento, y dar patadas de tijera y
sacarlos a flote. Esta noche
veo lo que es querer pasar una vida
en silencio, honrar lo inefable.
El amante vivo que ha despertado junto
al cuerpo del amado es sagrado. Todo el mundo
sabe guardar silencio en su presencia. Pero en
en la misa fúnebre, la mujer con rojos
aquí y allá en su kimono blanco y
negro se movió, trajo caricias 
y descaricias, presencia y ausencia,
calor y frío que salían de su cuerpo
hacia el aire
que nosotros respirábamos, 
deseando que fuera ella
quien pudiera respirarlo,
muchos allí esa noche se habrían cambiado
por ella, para que pudiera entrar caminando, una vez más.


De "Arias"
    

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