Podrá libertarse alguna vez de la propensión de impresionarse, el alma alimentada de cuentos fantásticos? El viento de la noche ruge fuera; un laurel y un caucho golpean los pilares del balcón con sus hojas fuertes; el cielo se cubre de nubes amenazadoras sobre las crestas de las montañas, y yo, sentada ante la mesa, sola, con la lámpara encendida y corridas las cortinas; yo, que soy vieja y debería ser razonable, siento correr a lo largo de mi espalda los mismos estremecimientos que la primera vez que oí referir esta historia. Involuntariamente miro a los rincones oscuros de mi estancia, para convencerme de que nadie está allí oculto.
De "La saga de Gösta Berling"
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