Tus ojos se posan en los míos,
nunca tuvo mi vida tantas ataduras,
jamás estuvo tan anclada en ti,
tan hondamente indefensa.
Y a la sombra de sus sueños
mi corazón de anémona bebe el viento nocturno
y yo camino, en flor, a través del jardín
de tu apacible soledad.
De "Un viejo tapiz tibetano"
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