29.5.23

Adrienne Monnier. Elogio del libro pobre

No quiero hacer el elogio del libro pobre a expensas del libro rico. Un buen libro profusamente revestido de hermosura se cuenta entre los bienes más envidiables de este mundo; el espíritu no tiene morada que le plazca más ni que le halague de mejor manera. No hay alabanzas más juiciosas que las dedicadas a ilustraciones magníficas y encuadernaciones serias. Pero estas alabanzas se han hecho ya cientos de veces y creo que todavía a nadie se le ha ocurrido alabar los libros pobres. 
El "libro pobre": intentemos definirlo. En resumen, diría que se trata del libro barato, el más barato y, sobre todo, el más desprovisto de pretensiones formales. No incluimos en esta categoría de "pobres" a aquellos que, pese a su precio módico, adoptan formatos, ilustraciones e incluso colores alejados de toda modestia. No, el libro pobre es un libro de formato corriente -o con frecuencia más pequeño incluso- del que todos los detalles manifiestan el ahorro. El papel no es bonito, cierto es, pero no pretende ser ni grueso ni satinado: es papel. La composición es apretada, del 9 como mucho, con los márgenes mínimos: es una composición. 


De "Rue de l'Odéon"
    

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