Un verano en Connemara, 1940.
Mi padre aprende irlandés.
Mi madre
pinta la cosecha.
Sostiene ocre y naranja quemado
contra la tela.
Él dice
samradh por verano y atais por felicidad.
El Atlántico
arroja sal a la oscuridad. Ella recoge sus colores.
Es la hora de regresar a casa
a la ciudad donde aún no he nacido:
Ellos no pueden ver mi tristeza mientras el tren
se mueve hacia el este entre campos, sombras, fincas
hacia mi vida.
Ellos no escuchan las ruedas
decir-pero yo sí-
nunca jamás, nunca jamás.
En "No soy tu musa. Antología de poetas irlandesas contemporáneas"
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